Así como luchan por
restablecer la paz en un país asolado por las continuas pugnas, las mujeres
también lo hacen de manera activa como parte del ejército regular iraquí, en la
ciudad de Suleimaniya, en el Kurdistán iraquí, que alberga a la compañía
femenina del ejército regular de esta región autónoma.
Una gran mayoría de las
mujeres que forman parte de la compañía empezaron llevando mensajes y armas a
los combatientes de la resistencia kurda -conocida como peshmerga-, que
luchaban contra el régimen de Sadam Hussein, cuyas principales víctimas eran
las mujeres.
Los guerrilleros peshmerga, cuyo significado literal es
“los que se enfrentan a la muerte”, crearon la primera compañía de mujeres en
1996, quienes a pesar de combatir al dictador no escaparon a los arraigados
prejuicios islámicos.
Nahida, una de las primeras
mujeres peshmerga, cuenta que cuando
entró a la Academia militar, la gente la
apedreaba e insultaba porque no concebían a una mujer soldado en una sociedad
predominantemente machista y tribal, por lo que uno de sus objetivos, además de
luchar por la paz, es el de cambiar esa mentalidad y luchar por la igualdad.
Las mujeres pertenecientes a
su compañía se adiestran no sólo en el manejo de las armas, sino en la
vigilancia del territorio y en la protección a las víctimas de la violencia de
género a manos de sus propias familias, por lo que su lucha es también lograr que las mujeres sean libres, porque
las mujeres iraquíes no tienen derecho alguno, están a merced de sus maridos, padres
o hijos.
Las mujeres peshmerga llevan a cabo su misión
incluso con sus propios recursos, a riesgo de su integridad y su vida, ya que
para ellas lo primordial es proteger a las personas.
Ser peshmerga es algo más que una palabra, es una forma de vida que
cumplen todos y todas quienes forman parte de ese ejército de paz, cuya
motivación, además de proteger a los iraquíes, es transmitir a las futuras
generaciones la conciencia de sus derechos, de sus responsabilidades, en un
territorio cuyo futuro está todavía por construir.
El sueño que comparten estas
guerreras de la paz es el de vivir en un país libre, independiente y soberano y
de acuerdo a él están comprometidas a hacer todo lo posible para que sean un Estado.
En palabras de Nahida, su
filosofía se resume en su aspiración por alcanzar la paz: “Me gusta sentarme en
una mesa de negociación, encontrar soluciones por la vía de la diplomacia, pero
si alguien pone esto en peligro me defenderé, sacrificaré mi vida por la paz y
si es necesario daré mi vida por ella”.
En ese rincón del desierto
arrasado por la violencia, hace más de 40 años que sus habitantes no pueden
planear su futuro. Sus familias no están a salvo y los peshmerga tampoco, sin embargo eso es motivo para continuar
luchando sin rendirse al temor.
Fuente: SUMA DF